domingo, 8 de mayo de 2016

toda la inocencia


Solo la inocencia es bella. Jordan ha disparado a la boca del lobo, ha callejeado por Jerusalén.
Ha patinado a la orilla de Walden sin que su manto se deslizara un ápice.

Esta es la hora del ritmo; los patos vuelan hacia atrás, los gorriones siempre al borde del destierro, adelantando
su alimento. La buena tierra es de abandonar. Llegándose al desierto,
los árboles son tratados como piezas heroicas, el agua finge un curso elemental.

Las calles se han abandonado a una métrica rasa: ¿quién no ha matado por amor, aunque fuese a un insecto?
Jordan ha disparado su voz contra el espejo y una multitud de rápidos amagos,
coros celestiales, una gran pléyade de hermanas ha correspondido a su entusiasmo
tanto desde el oeste, por donde llega el tren, como desde la noche (más al sur).

Vacío es el expreso del mediodía repleto de extranjeros sin nombre,
algún poeta, varias muchachas esbeltas de nocivos ojos, como novias
petrificadas. La música es un dulce que debe repartirse entre los niños, debe hacerles llorar.

Si hasta los médicos llevan armas ocultas.

La ropa es una lata; Jordan viste a la moda de los años veinte de cualquier otro siglo. Ropa de camuflaje
y una gorra de los Lakers, botas de andar por casa, listas para subir a los árboles
o patinar, cuando el hielo está oscuro, por los surcos transparentes de W.

Originalmente, una princesa súbita, algo torpe para su edad, algo indisoluble de su alma. Su cuerpo
elude las comparaciones. Tiene una familia
y un collar. Las noches pasan a su lado sin dirigirle la palabra, el futuro arquea su espalda con un cosquilleo dramático.
Es la misma flor con malos modales que ha desvelado el secreto del odio,
desamordazado a la naturaleza: en su naturaleza, brilla la forma de un corazón en llamas.

(Sabios rubicundos alojados en baldes, arrojados al cieno, sondean su diminuta silueta.)
                                                                     
El cero es su número de la seguridad social. No ha perdido nada por azar, nada en la historia. Tan inocente
que mil relámpagos fulminan a sus detractores, su tacto es arena luminosa;
como si fuera un ángel, pero dejado de la mano del hombre.




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