lunes, 1 de agosto de 2016

voraz


Algo sorprendente en la pintada vertical de la farola:
V
O
R
A
Z
un antes y un después, algo en el principio, una voracidad literaria con argumento; es la nueva
filosofía del parque, su premeditación,
el hambre de la tierra completando el horizonte. La juventud colaborando en un matojo, donde no haya manantiales
ni estancias, cuatro piedras desiguales, amontonadas, dólmenes de pago
para esconderse mejor. Qué sufrimiento a ambos
lados de la palabra, curvándose hacia otra dimensión representativa.

La primera vez que lo ve, Jordan se santigua (un atavismo ecléctico)
o se echa a reír: no está tan claro en el retrovisor. El vídeo aporta la repetición de la trompada, el instante
definitivo del encuentro con la parte superior del verbo.

             El caso es que íbamos fumando (se la oye decir).

Nadie pregunta por el ángel que ha pasado fuera de contexto, despeinado y todo,
rumiando su respuesta. El signo de Caín, la mordacidad de Stalin, su retranca siberiana. El ángel no va
a hacerte la revolución, es lo que debes aprender. Un cuadro
positivo: Deltron 3030 masticando el soul hasta el fogonazo final, sin cesuras ni silencio.

Digamos una congregación de significantes vacíos, rostros
oprobiosos, divinos. Madres orondas cargadas con el coche del bebé: ah, esa gran literatura, felices
años veinte, ese 2022. Drogas conceptuales, vitaminas y ADN residual.

Jordan ha sido auscultada por un facultativo ful. Como siempre, la receta
es el amor. Resulta un emblema su falta de apetito
carnal, exceso de proteínas y una fragilidad que no le impide empuñar la espada. El verde es el azul,
el parque sintoniza sus preocupaciones, la primera, un corazón de agua
–antes o después del diseño nativo del jardín botánico–, sin morbo que valga, dando besos por la sombra,
rivalidades a juego con la moqueta del espacio plano dentro de la mente.



Michele Ciriali

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