martes, 9 de mayo de 2017

como no pudo ser


Así suena Mr. Bus Driver, es como un atropello frontal, como si te atropellara Paterson
con un verso en la punta de la lengua. La sensación
preferente, el aplastamiento por aplastamiento.

Hay gente regando las plantas,
gente como una regadera. La luz del sol se cohíbe
y no es que fume lo que no hay. La hierba es otra sensación, es sensacional igual que un premio
gordo. Ahora que las autoridades del parque han convocado un certamen
poético, su casus belli privado, algo para matar el rato. Y se presentan un cuervo con algo en el pico que no se sabe qué
y un ratón sin escapatoria, ellos son los poetas más altisonantes, (son) los aparecidos.

Hay una especie de canción que es en realidad un beat que se repite hasta la náusea pero que suena de maravilla,
que suena de maravilla y otra vez. Puro como regaliz de miel, (ergo) es el líquido que baja por la garganta y se rezuma
siempre, sangra pero hace daño, duele pero es como si fuera un beso consentido. Desde el árbol,
se escucha un maleficio tras otro, los altavoces escupen compadreo y balas
simultáneamente y el asfalto parece arena de la playa,
cuando no lo es.

Un pequeño dios en el portal donde estuvo la farmacia;
un pequeño dios en la escalera donde fueron los milagros, y las horas tomaron parte en la rencilla, situaron el pánico en el lugar 
correspondiente a la virtud (nada que decir). La mañana del día de mañana resulta que es un poco como ayer,
será un reflejo (cuando no lo es).

Tap-tap-tap-tap…¡rap! Tabletean las ametralladores del lenguaje. Esto es el Hop con su nomenclatura, su coreografía contraria,
el átomo que crece sin permiso hasta forrarse. El cielo entona un réquiem preventivo, miles de pájaros
cantores sincronizan su talento: he ahí el poema, donde nadie lo siente.

Hace tanto que las muchachas cargaban vagones de salud a sus espaldas, sus espejos de carmín,
y dibujaban tirantes en los escaparates, músculo en las marquesinas afiladas; hoy
pretenden la dimensión perfecta dentro del futuro, sus tatuajes anuncian un futuro en relación con el arte, un Hermitage
en ciernes, ¡qué balsámico!

Ya no preguntan por el rumbo, ahora suman con los dedos, arden
como fallas y vestales, queman energía y reverdecen; el paraíso puede verse
en tecnicolor porque la noche ha olvidado su detalle en la abundancia de la oscuridad. Y los pecados se cometen
solos. Y la forma del poema es tanto un remolino como una mano abierta,
como tiene que ser.



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