jueves, 24 de mayo de 2018

el cielo más allá de Berlín


Colisión; oh, Destiny intercepta otro ángulo del Verbo. Escucha a Masta Ace hasta la médula,
espectadora crucial de la lucha de flashes. Su mirada colisiona, ígnea, con alguna
línea divisoria, el horizonte de la libertad, la masa arbórea o el cielo más allá de Berlín. La trayectoria de un beso
oscurece o puede oscurecer, difuminar, velar en un segundo toda una vida de alteraciones psíquicas,
una existencia en el corral.

Confundirse de palabra e insultar al mensajero,
brotar como una especie de peligro, una figura nórdica, la estatua moderna que saluda al transeúnte con una leve
inclinación –ojigi informal–, el androide luminoso recluido en el palacio de los perros.

Serafín profesional, su profesión de riesgo; se requieren
condiciones y módulos profesionales, ningún oficio. El poeta observa angustiado la metamorfosis,
esa función coronaria (de corona), el cetro áulico y virtuoso (los nunchacos de un monje shaolin). Ella ha liberado
su conciencia en un desprendimiento subjetivo, el pudoroso reto de la aceleración. Cuesta
abandonar la variedad del todo e incorporarse al sordo anonimato.

Descripción:
Destiny saltea la comida –especialista– como una muchacha hindú; qué bien le sienta el sari, el círculo en medio de los ojos.
Qué bien le sienta la comida, la estadística, el pelo recogido en una mecha incendiaria. He aquí su estatus,
su meditación sobre la climatología y el éxtasis, el miedo que hace falta
tener o no tener. Una cometa vuela.- En el Parque, las cometas son seres necesarios, vehículos de un mundo paralelo, obtienen
realidad en diversos caladeros de acontecimientos sensibles; el sentido: las cometas son objetos del color,
atareados pájaros sin claxon.

             Ahora la ciudad está debajo de la tierra; bajo la tierra hay una biblioteca y un economato digital, suceden
inundaciones (pero no de luz); catacumbas con vistas al quinto Paraíso. El poeta ha instalado en las galerías
un sistema de sonido, altavoces y cosas de los miércoles,
también cosas de antes, cosas de los fines de semana.

El poema suena alto y no se entiende: mucho mejor, de los libros
escapan insectos poderosos. Los milagros nacen de la prevención, no del misterio, y alguien lo ignora
minuciosamente. Las miradas se chocan como coches de choque, meteoritos, gente ajena, el sol es una feria, el calor,
un mote puesto por la sombra. Los párpados concluyen que el amor rueda una secuencia de repetición;
¡qué monotonía del camino después de medianoche!


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